jueves, 29 de abril de 2010

Que niña tan ilusa!, pensó mientras una sonrisa se enchuecaba en su rostro, Hubiera sido mejor quedarme a ver que pasaba...No, es tarde para llegar a la escuela. Y sin importarle el evento siguió a toda velocidad sobre su bicicleta.
La chiquilla, se quedó pasmada después de lanzar un grito :PERVERTIDO!, luego de unos segundos siguió caminando. No era posible que el primer día de clases llegara tarde, sería el colmo de su impuntualidad.
A la entrada de la escuela cientos de chicos esperaban la apertura de la reja, algunos conocidos platicaban y otros miraban a los lados esperando encontrar alguién compatible para ellos. Luego de abrirse las puertas un chico pasó de largo en su bicicleta. Había perdido el control de los frenos, el objetivo de su bicicleta parecía ser una chica distraída que no podía evitar el choque. Cuando la bicicleta estaba a punto de llevarse a la chica, apareció de la nada otra que se lanzó sobre ésta última para sacarla del camino.
El Chico que montaba la bici había quedado tirado unos metros atrás, y a penas pudo levantarse y correr para tratar de detener la bicicleta, cuando lo notó vio a las dos chicas en el suelo. Ninguna estaba lastimada pero pudo reconocer en una de ellas a la chica ilusa de la falda.
No le dio importancia al hecho, pero cuando lo notó en su cabeza giraba una duda...¿Cómo es que pudo llegar antes que yo?
La campana anunció la primera clase y el chico indiferente a lo que pudo pasar buscó el aula en la que recibiría su clase.

Al entrar Pablo, el chico de la bicicleta se dió cuenta que la chica que salvó el día estaba en su salón, y pronto comenzó a observarla, le llamaba la atención su forma de ser, parecía una chica tierna.
Ana por su parte se sentía incomoda, Pablo tenía la mirada pesada y esos grandes ojos azules no disimulaban la dirección en la que miraba.
Ana sonrojada le preguntó a su compañera de banco (que casualmente era la chica a la que había salvado unas horas atrás)
-¿Qué es lo que ve con tanta insistencia?. Y bajaba la mirada evitando la de Pablo