domingo, 10 de febrero de 2013

Me García Márquez


Un día me plantee escribir un cuento, esto luego de haber leído a Márquez. Bueno, leído a medias porque se trataba de la transcripción de una de sus intervenciones en algún foro en el que, dicho sea de paso, discutía sobre la diferencia entre contar y escribir un cuento.
Lo anterior pudiera parecerles de nula importancia, razón tienen en creerlo, esto fue sólo para enmarcar la decisión de escribir un cuento como si lo contara.
Bien pues supongan ustedes, que hay una persona que vive de pedir limosna; diariamente ocupa un lugar en una esquina, situación que por mucho tiempo le redituaba lo necesario para vivir.
Entonces cierto día decide que quiere cambiar su forma de pedir dinero, se cansa de danzar entre carros y decide tocar de casa en casa.
Se encamina entonces a las fila de casas que se encuentran frente a sus ojos, toca la primera puerta y no tiene éxito, va a la segunda puerta y encuentra la misma suerte, ni un quinto.
Y así continúa durante algún tiempo sin que nadie le regale siquiera una moneda. Al fin decide que tocará una última puerta, esta vez si no tiene éxito abandonará la empresa; llama al timbre de la casa que ha escogido y por la ventana se asoma una viejecita, que le dice que con gusto le daría unos pesos, pero tiene el inconveniente de no encontrar su monedero. La pedigüeña se da media vuelta, pero antes de que pueda alejarse la viejecita la detiene pidiéndole que le ayude a buscar.
La joven (a comparación de quien se encuentra en el interior de la casa) duda un momento el aceptar la propuesta pero cansada y buscando no regresar a casa con las manos vacías accede y acompaña a la anciana hasta el interior de su vivienda en donde parece que ha ocurrido un desastre.
-Tú puedes buscar por aquí y yo iré por allá, procura dejar las cosas en orden para no volver a repetir la búsqueda.
Debo advertir que la razón por la que la primera señora se dedica a pedir dinero es que de esta manera se consigue con mucha más facilidad que trabajando o al menos eso pensaba, es mucho más cómodo estirar la mano y recibir que trabajar para obtener ingresos.
Bien para no darle tanta vuelta al principio la protagonista de mi historia no quería recoger nada, pero qué tan lejos u oculto podía estar el monedero de una ancianita, y con esa mentalidad recogió y recogió hasta dejar toda la casa limpia.
Creo que esta de más señalar que esta era la intención de la anciana desde un inicio, a ella nunca le gusto regalar dinero y siempre que veía a alguien con actitud campechana pidiendo que la gente que si trabaja comparta lo obtenido con holgazanes.
Finalmente cuando la ancianita vio su obra terminada salió de su escondite mostrando su monedero en lo alto ¡lo encontré!, gritó emocionada y a la pedigüeña se le iluminó el rostro, "toma cinco pesos para tu causa y 100 más por ayudarme a recoger.
Tampoco creo que deba acotar que la prediche profesional salió corriendo u refunfuñando de la casa, estaba indignada por tal tomadura de pelo.
Sin embargo a la siguiente semana la anciana recibió una visita poco peculiar una joven, solicitaba con mucho énfasis apoyarla en la búsqueda de su monedero. !El de la anciana eh!