viernes, 28 de marzo de 2014

Enésima contracción

Cerca de media noche no pude resistir el antojo de pizza, no importaba de dónde saliera, tenía ganas de una rebanada, ahora no recuerdo con qué ingredientes la quería, el ansía por masticar la masa cubierta de quién sabe qué era mayor que nada y quien terminó cumpliendo el antojo fue mi esposo que salió en búsqueda de una rebanada. Cuándo regresó, no comí, devoré los pedazos debí comer mucho porque durante la madrugada no pude dormir debido a que me sentía demasiado llena.
De pronto ya de noche sentí la necesidad de ir al baño, durante las últimas semanas de embarazo es difícil soportar la presión en la vejiga así que pensé que el pequeño dolor que sentía se debió a que debía orinar, sin embargo el suceso se repitió dos veces más.
En ese momento mi esposo, que tiene el sueño pesado, me preguntó si era tiempo de llevarme a urgencias, pero un poco deseando postergar las cosas le dije que no, que todo estaba bien, sólo eran pequeños cólicos provocados por la presión que el peso del bebé ejercía en mi vejiga, o quizá la pizza me había caído mal...estaba equivocada.
Rosando las cinco de la mañana las contracciones se hicieron más frecuentes, por demás estaba que ignorara que se avecinaba el momento del parto, aunque traté de dormir unos minutos más, sin embargo en cuanto mi esposo me escuchó quejarme una vez más, llamó a mis papás y les informó que el momento había llegado.
Luego todo en casa se convirtió en un ir y venir de gente, yo le pedí a mi esposo que calentara agua para darme un baño, me corté las unas, me quité los aretes, preparé mi maleta y me metí a bañar. Dicen que el agua caliente ayuda a que la labor de parto sea más corta, así que lentamente dejaba correr agua lo más caliente posible en mi abdomen globoso a expensas de mi vientre gestante.
Tenía que tomarlo con calma, no sabía cuanto tiempo habría de durar, quería postergar la llegada al hospital lo más posible, llegamos allí cerca de las siete de la mañana, entregué mis documentos y tuve que esperar el cambio de turno para ser atendida, entre tanto, las contracciones eran cada vez más cercanas.
Ingresé a revisión y ya no salí, cuatro centímetros de dilatación, lo suficiente para mantenerte en observación, luego del diagnóstico, viene un lavado estomacal, depilación, "quitese la ropa y póngase esto con la abertura hacía atrás...sígame y acuéstese aquí".
Desde el momento en que tomas posesión de la cama, te conviertes en objeto de estudio de los internos, cada cuando, se acercan, te valoran, los profesores le cuentan a los alumnos lo que deben saber, los alientan a intentar hacer la valoración por sí solos y luego se van....al rato llega otro grupo.
En este punto no te interesa que nadie se acerque, los dolores son tan fuertes que pareciera que te están quebrando la pelvis, el único alivio que puedes obtener se basa en estirar las piernas, respirar profundo, pensar en que todo terminará rápido y pronto tendrás en tus brazos a tu bebé.
Se pierde la noción del tiempo. Yo trataba de dormir entre contracciones, pero no resultó, los dolores fueron más fuertes que mis ganas de dormir. Recuerdo que la primera vez que me ofrecieron anestesia la rechacé debido a que buscaba que mi parto fuera lo más natural posible, sin embargo luego de unos minutos cuando la enfermera regresó ya no preguntó, me hizo firmar un consentimiento; aceptaba la anestesia.
"póngase en posición fetal, primero sentirá un piquete es anestesia local para insertar la aguja". Las contracciones son más fuertes que cualquier aguja enorme encajada entre tus vértebras.
Gracias a la anestesia pude descansar un poco, quizá dormí 30 minutos antes de que las contracciones se intensificaran y estuviera lista para pasar a la sala de expulsión, recuerdo que esto no lo determinaron mediante tacto, se acercó el ginecólogo encargado y dijo a sus residentes que dado que sudaba como maratonista y mi boca estaba seca, ya estaba lista para ser llevada a sala de expulsión con dolores que ahora me parecen mínimos, llegue a las manos inexpertas de un interno, que experimentó cortes transversales para la episiotomía, trágicamente con resultados a largo plazo muy desagradables...
Lo que más presente tengo es que las enfermeras y el doctor residente mencionaba que mi bebé no nacía debido a que yo no pujaba lo suficiente, luego llegó la encargada de área y maniobró de tal manera que después de un "ya salió la cabeza señora, lo siguiente son los hombros. El bebé tenía enredado el cordón umbilical".
Recuerdo que la primera vez que vi a mi hijo, lo primero que noté en él fue lo prominente de sus labios, sus cejas  y que lloró con mucha fuerza. Las enfermeras lo tomaron en brazos y lo revisaron, luego me lo mostraron, "es un niño y está sano", luego de un rato nos llevaron a ambos al exterior y esperamos por una cama desocupada en la sala de puerperio de bajo riesgo, ya estando allí me pidieron que lo alimentara por primera vez, que lo cambiara y que me diera un baño.
Creí que no podría pararme después de la experiencia de parir por primera vez, pero no fue así, al día siguiente fui dada de alta y a los cinco días me encontraba forzando mi cuerpo a realizar las actividades que llevaba a cabo antes y durante mi embarazo, quizá por eso mi recuperación fue lenta muy lenta...