sábado, 5 de marzo de 2016

Fascinante

Cerró la puerta del taxi, caminó unos pasos y subió a otro vehículo, volteó y encontró un rastro amable, pero no era lo que buscaba, así que dirigió su mirada al frente reflexionando lo que acababa de pasar.
Perdió el control, sabía que no había hecho lo correcto, pero no sintió remordimiento, y su filosofía siempre fue no arrepentirse si se sintió bien. Luego llegó a los extremos de desear que sucediera nuevamente.
El vehículo la llevó a su casa y dada la hora, se preparó para dormir y al acostarse rosó tímidamente sus labios con su dedo índice y sonrío. Perdió el control...
En la lucidez de la mañana se hizo a la idea de dejar pasar aquel suceso, no se volvería a repetir, y peleó por ello al día siguiente y al siguiente. Lamentablemente no estaba solo en sus manos.
El suceso convirtió la amistad en saludos tímidos, en conversaciones cortas en distancias incómodas, en presencias tentadoras hasta que asumió la responsabilidad y se alejó del todo.
De pronto un día acudió a un concurrido encuentro y vio entre los presentes un rostro que le heló la nuca, y le detuvo el corazón un mili segundo, a partir de allí trato de ser sigilosa, cauta, responsable pero repito, no sólo estaba en sus manos, él también sabía perder el control.
Ella buscó excusas para mantener la distancia y se dirigió a la mesa de los bocadillos, tomó un plato, alcanzó a colocar dos galletas sobre ésté y lo soltó... Se llevó las manos a los labios y cuando sintió todas las miradas encima se precipitó a recoger los restos dispersos de la loza que acababa de romper. Para entender lo que había pasado alzo la mirada y sus ojos se cruzaron con los de él. Supo que no había podido escapar, él le había robado un beso esta vez...